Por Araceli Aguilar Salgado
“El Día de Muertos se
considera una celebración a la memoria y un ritual que privilegia el recuerdo
sobre el olvido.”
El Día de Muertos es una
festividad que une a pueblos a lo largo y ancho del mundo y es celebrado de
múltiples formas en México,
En este mundo matraca, nadie de morir se escapa… La muerte está tan segura de alcanzarnos, que nos da toda una vida de ventaja … Como te ves me ví, como me ves te verás… Al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra…Los dichos sobre la muerte son muchos en México, también lo son los poemas, desde Nezahualcóyotl hasta Jaime Sabines.
El Día de Muertos en la visión
indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes
regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para
nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en
su honor.
En esta celebración de Día de
Muertos, la muerte no representa una ausencia sino una presencia viva; la
muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. En
este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia
popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta
materiales.
La convivencia con la muerte es
parte del imaginario colectivo mexicano. La celebración del Día
de los Muertos es una tradición indígena muy arraigada en el país.
En México, el 1 y 2 de noviembre
los muertos vuelven a visitar a sus familias y amigos y conviven para ser
agasajados en un ágape que incluye sus comidas y bebidas favoritas, además hay
tabaco para los fumadores. Muchos altares tienen papel picado de colores, copal
y velas, calaveras de azúcar y objetos apreciados por el o los
difuntos a los que se dedica el banquete. También puede presidir la ofrenda la
foto o fotos de los finados.
En algunas comunidades
indígenas, la celebración transcurre en los cementerios, se adornan o
decoran las tumbas, se hacen altares y ofrendas sobre las lápidas o, incluso,
se limpian los huesos de las personas ahí enterradas.
Algo se siente distinto en el
aire: no es la nostalgia por lo que se han ido, sino la alegría de revivir
algunos de los mejores recuerdos al lado de ellos a través de altares,
música folclórica y rituales… tal vez una de estas memorias tenga que ver
con vivir al lado de ellos una fecha como esta, así como el contento de seguir
con esta bella tradición del Día de Muertos, que es uno de los componentes
más importantes de la cultura mexicana.
El 1 de noviembre, jornada para
recordar a los muertos chiquitos, los juguetes son comunes en los altares.
Actualmente, las ofrendas son
tan variadas como la imaginación, combinan tradición, arte y creatividad,
pero en ninguna de ellas puede faltar el cempasúchil, la flor de los
muertos.
Las festividades del 1 y 2 de
noviembre han ganado fama internacional y parecerían ser cada día
más grandes y coloridas.
Tal es la riqueza de esta
manifestación de la cultura mexicana, que la UNESCO la inscribió en
su Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008,
definiéndola como una expresión tradicional integradora, representativa y
comunitaria.
Fiesta mestiza
La tradición de honrar y mostrar
respeto a los muertos se ha mantenido a lo largo de los siglos, pasando de
generación en generación en las comunidades indígenas. Se trata, no
obstante, de una celebración católica que llegó con la Colonia y se fue sincretizando
con la cultura de los pueblos originarios.
La doctora en Estudios
Mesoamericanos, historiadora y profesora del Colegio de Historia de
la Universidad Nacional Autónoma de México, Noemí Cruz Cortés, explica que
es una fiesta eminentemente mestiza.
“La celebración del Día de
Muertos es una costumbre mexicana, pero que no tiene orígenes
prehispánicos como la mayoría de las personas puede pensar, ni tampoco tiene
orígenes indígenas. Se trata de una celebración producto de influencia sobre
todo española, que con el paso del tiempo se convirtió en una costumbre
mexicana.”
Según la especialista, tal como
se celebra en la actualidad, el Día de Muertos es una construcción
histórica que fue ocurriendo con el paso del tiempo y que hoy por hoy
tiene una reinterpretación moderna.
Partimos de la idea de que el
mexicano celebra la muerte o se ríe de ella, pero en realidad esa es una
interpretación que surgió recientemente.
“Partimos de la idea de que el
mexicano celebra la muerte o se ríe de ella, pero en realidad esa es una
interpretación que surgió recientemente. En el México prehispánico, la muerte
no se celebraba. En la cosmovisión prehispánica mesoamericana, el universo
se divide en tres niveles: el celeste, el terrestre y el inframundo. El hombre
vivo sólo vive en el espacio terrestre.”
El inframundo, en cambio, es el
mundo de los muertos, pero los muertos ahí siguen viviendo, dice la
experta.
“El inframundo generalmente se
concibe como un lugar de muerte, pero en realidad es también un lugar de vida:
es donde germinan las semillas, de donde viene el agua. Ahí residen muchos
dioses, entre ellos algunos que causan enfermedades y que ocasionan la muerte.
¿Cómo se representaba a estos dioses? Como calaveras, pero no era porque
estuvieran muertos: los dioses que habitan el inframundo están vivos y son los
responsables de que las semillas del maíz germinen, de mandar el agua a la
tierra. En los códices vemos a estos dioses del inframundo, que están
descarnados, siempre junto a los dioses del maíz y del agua, es decir, están en
actividad. Cuando el hombre va al inframundo, el hombre sigue viviendo, pero
ahí ya no vive la vida, vive la muerte.”
Los pueblos indígenas sabían
todo esto porque había hombres vivos que gracias a algún ritual o a la voluntad
de un dios del inframundo bajaban a ese espacio y regresaban para contarlo y
luego morir.
Llega con el catolicismo
La historiadora señala que la
tradición del Día de Muertos llega a México en el siglo XVI, con los
conquistadores españoles, quienes practicaban un ritual de la Europa cristiana
medieval que consistía en poner una mesa con flores y comida para alimentar a
los que ya se habían ido.
“Debemos recordar que la España
medieval era muy pobre, atacada por muchas epidemias y que la muerte era una
cuestión constante. Entonces, ese altar de muertos, con flores y comida, los
españoles lo traen a la Nueva España y lo empiezan a introducir como un culto
con los pueblos prehispánicos, un culto ya propiamente sincrético”,
subraya.
Cuando llegaron los españoles,
en la región central de México, los pueblos nahuas, entre los que se contaban
los aztecas o mexicas, celebraban las festividades y rituales de las
cosechas de finales de octubre a mediados de noviembre, fechas que
coincidían con el Día de Muertos católico.
Así, poco a poco, los españoles
fueron introduciendo el altar que ellos ponían a sus difuntos para sustituir
las fiestas de las cosechas.
“Y con el paso del tiempo, ya en
los años coloniales, se le fueron agregando elementos propios de la
región, por ejemplo la flor de cempasúchil, que no tenía nada que ver con los
muertos, sino que era una flor dedicada al dios de la guerra, Huitzilopochtli”,
apunta Cruz Cortés.
La imposición del catolicismo
condujo a un sincretismo que permitió el arraigo de esa religión y fue
confinando las prácticas originarias.
“Como recurso de
evangelización muy practicado en el México prehispánico y otros lugares
del mundo, se tomaba un poco de las tradiciones de los pueblos originarios y se
les mezclaba con las tradiciones que traían los sacerdotes cristianos.”
Evolución de la celebración
Todo esto fue sucediendo
paulatinamente a lo largo de la Colonia. En esos tres siglos, los altares
y las ofrendas fueron cambiando, enriqueciéndose y adaptándose a las costumbres
de los distintos pueblos indígenas de México.
La doctora Noemí Cruz Cortés
señala que los cambios se aceleraron en el México independiente, cuando se
incorporaron aún más elementos indígenas debido a las Leyes de Reforma, que
entre otras disposiciones, separaron la Iglesia del Estado, nacionalizaron los
bienes eclesiásticos y declararon la libertad de culto.
Lo que conocemos actualmente
como un altar de muertos tiene mucho que ver con todas las transformaciones del
siglo XIX.
“Lo que conocemos actualmente
como un altar de muertos tiene mucho que ver con todas
las transformaciones del siglo XIX porque cuando vienen las leyes de
reforma, muchos pueblos indígenas suman elementos que tenían escondidos. Por
ejemplo, en Chiapas hacen candelabros con forma de jaguar o de venado, o ponen
figuras de pavos o perros, seguramente era algo que hacían a escondidas de los
sacerdotes católicos y cuando tienen cierta libertad, los ponen abiertamente en
sus altares”, detalla.
De la Revolución a la actualidad
No obstante, esta libertad, tomó
un siglo más que la celebración se tornará fiesta popular. Eso fue hasta
después de la Revolución Mexicana de 1910, cuando surgió un nacionalismo muy
claro.
“Se empiezan a retomar las
costumbres indígenas, es entonces cuando los trajes regionales y las costumbres
indígenas empiezan a surgir como elementos nacionales. Y el Día de Muertos
ahora toma un tinte nacionalista”, acota la especialista.
Como toda tradición viva, la
celebración del Día de Muertos sigue transformándose y su popularidad se ha
extendido no sólo a las zonas urbanas del país, donde los festejos eran más
discretos, sino que han trascendido las fronteras mexicanas. Hoy, por
ejemplo, se ven ofrendas en lugares de Estados Unidos como Nueva York, donde el
2 de noviembre el Museo de Historia Natural instaló una ofrenda
enorme y dedicó la jornada a una serie de actividades creativas y
artísticas relacionadas con el Día de los Muertos.
Y dentro de México se
despliegan mega ofrendas en las grandes ciudades, destacando la del
Centro Histórico de la Ciudad de México, urbe que también realiza un vistoso
desfile del día de muertos que desde hace varios años por lo que ya entonces sí, estaremos hablando de una celebración
sincrética, vacua y anticultural ya que se convirtió en un producto de consumo
turístico, lo cual se ha venido concretando durante las primeras dos décadas
del siglo XXI
“En los últimos años se ha
fomentado mucho la celebración en las zonas urbanas. Pero en las zonas rurales
ha habido una celebración constante del Día de Muertos”.
En México la celebración del Día
de Muertos varía de estado en estado, de municipio en municipio y de pueblo en
pueblo, sin embargo, en todo el país tiene un mismo principio, reunir a las
familias para dar la bienvenida a sus seres queridos que vuelven del más allá.
La secular historia del Día de
Muertos se reinterpreta constantemente. Al igual que las lenguas, creencias y
tradiciones, la celebración del Día de Muertos cambia infatigablemente. Es una
tradición viva., las ofrendas, con sus múltiples ingredientes y significados,
son el centro de esta tradición, mostrando que, aunque la muerte es inevitable,
el recuerdo y el amor trascienden. En cada elemento, en cada color, en cada
sabor, se halla la esencia de un México que abraza su historia, sus raíces y su
inquebrantable vínculo con la vida y la muerte.
El encuentro anual entre los
pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social
considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad y
contribuir a reforzar el estatuto cultural y social de las comunidades
indígenas de México.
Asimismo, el Día de Muertos se
considera también una celebración a la memoria, un ritual que
privilegia el recuerdo sobre el olvido.
“Entre flores, colores y sabores
recordaremos a los que ya no están, pero entre risas, bailes y canciones
sabremos que nunca se irán…”
Araceli
Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y
comentarista mexicana, del Estado de Guerrero, México. E-mail:periodistaaaguilar@gmail.com