Para mí todos los días ahora son lo mismo ,pero son más cortos, tal vez porque ahora pienso en lo efímeros que somos los seres humanos, recuerdo a mí padre Marco Aurelio, él era peluquero de barrio o estilista como llaman hoy a cualquiera que ha aprendido el oficio viendo como “cortar orejas”, él se sentaba a esperar a que mí madre le llevara un plato de del “exquisito mute” como era la añorada tradición navideña, todos los 24 de diciembre en la mitad de la casa, en el patio se acomodaba la cocina que improvisan mí madre y su comadre, uno que otro de los que estábamos nos acomedíamos  a colocar tres piedras grandes para colocar la olla  donde mí madre lo primero que colocaba allí era pata y el callo de res, la auyama ,frijol ,cilantro cebolla ...en fin ….. recuerdo estos momentos porque fueron instantes de felicidad ... a las 12 de la noche nacía  el Niño Dios en forma de un humeante plato del  más delicioso “mute” la sopa con sabor a leña y olor a vecinos, conocidos y  desconocidos que llegaban de todas partes a sentarse en un improvisada banca realizada con una larga tabla que se apoyaba en dos bloques de cemento de esos de construcción, la radiola, orgullo de mi casa sonaba  a todo volumen con los discos de vinil, algunos rayados de 45 y 33 revoluciones,  por eso tocaba gritar para informar del “daño musical”. Así  en la mitad de nuestra humilde casa en medio de risas, comida y música nacía el niño Dios.

Por Jorge Torres Blanco