Mi madre Joaquina  era costurera. Ella cosía y cocía y en las dos formas era única y para mí la mejor. Era una mujer muy trabajadora y emprendedora. Inventaba lo que fuera para sostenernos a mis tres hermanos y a mí. Yo fui criado en  una familia humilde, creyente y de principios.

Mi padre Marco Aurelio ahorró trabajando en la peluquería y le regaló  esa mágica máquina que, de paso, fue mi primer juguete  y el  primer vehículo familiar, porque con mis hermanos siempre terminábamos peleándonos la posibilidad de meternos debajo y manejar  nuestro bólido de fórmula 1, recuerdo perfectamente ese sonido único de la máquina porque yo, a veces, me dormía escuchándola y mirándola. Junto a la maquina siempre estaba un  perro que nos regalaron, de nombre Lucky. Dormía también escuchando la máquina y a los pies de mi madre, que no paraban de mover el pedal.  Para mí fue enigmática y mágica esa máquina de metal negra. Yo jugaba con los carretes de madera en los cuales venia  enrollado  el hilo y con  los botones multicolores que mi madre coleccionaba en un frasco de vidrio. Recuerdo que  con uno de ellos casi me ahogo a no ser por mi abuelita que también remendaba pero a mano.La máquina de coser fue el único aparato de valor que tuvimos. Con el tiempo mis hermanos y yo aprendimos a manejarla, eran los años 70 cuando estaba de moda el pantalón bota campana para hombre, con bolsillos a los lados, y camisas con adornos copiados de los cantantes mexicanos. Lógicamente mis hermanos Alejandro y Marco, mí hermana Emperatriz y yo, vestíamos a la última moda. Todo giraba en torno de esa belleza que escondía ese pesado aparato de metal negro con timón. Recuerdo que la comadre de mi madre también tenía una y ahora sé que fue una de las herramientas primordiales de numerosas familias y su principal fuente de ingresos.Toda clase de prendas para vestir para los señores, señoras y niños de la época, y también increíbles vestidos de novia inventados o copiados de las pocas revistas especializadas que llegaban al país. Todo… todo el vestir pasaba por esa elemental máquina de coser.Con el tiempo me inquietó su procedencia y parece que desde el siglo XIV la empezaron a construir,  pero fue un señor francés el que la construyó por allá en 1830. Casi lo asesinan los sastres de la época porque creían que este aparato les crearía desempleo y por eso quemaron su fábrica.Recuerdo que descubrí mi pasión por pintar el día que en el colegio mezcle por primera vez, tempera amarilla  y azul y se volvió verde... fue mágico mi descubrimiento y empecé a dibujar y a pintar buscando respuestas a ese deslumbrante entorno del color.Terminé mi bachillerato y luego empecé a trabajar para pagar mis estudios de artes plásticas en la Escuela de Artes de Bogotá. Uno de mis primeros sitios fue “Arte Dos Grafico”, sitio dedicado a realizar obras gráficas de artistas reconocidos. Allí conocí el grabado en metal, la serigrafía y la litografía, luego estuve en el taller del Italiano Umberto Giangrandi adquiriendo más conocimientos relacionados con la gráfica y, paralelo a estos aprendizajes, siempre estaba creando y buscando un lenguaje que me identificara.Pero fortuitamente fue el Maestro Juan Manuel Lugo un día que le pedí que escribiera un texto para una exposición. Le lleve unas obras, entre ellas una que representaba una mujer cosiendo en la oscuridad, y él me devolvió un texto que en uno de sus párrafos decía: “La palabra desván hizo sonar un caracol como ocarina y se puso a coser desde la cara y las manos de una tía adivinada ente el vaho de una maquina antigua y tan activa con los insectos”. Allí me di cuenta que le debía mucho a la máquina de coser, aquella que trasteábamos de lugar en lugar para crear espacio donde dormir.Recuerdo a mí madre sentada allí en la oscuridad, con la música de los pedales cosiendo acompañada de una lámpara de luz amarilla, creando trajes para los príncipes y princesas de sus fantasías o tal vez con la preocupación de colocar algo de comida el siguiente día para saciar nuestra hambre.Por eso pinto esa inagotable máquina de sueños que heredé de la más bella costurera de mis fantasías.Por Jorge Torres